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Buena práctica. Algunas ideas.

En el lenguaje académico actual se habla constantemente de "buenas prácticas". Pero en realidad a qué nos referimos cuando se usa tal terminología? 

    Ante todo se trata de una acción, ya sea de carácter reflexivo o práctico. Lo importante es que sea una acción humana.

     La acción debe ser humana, es decir, sometida a la incertidumbre, a la posibilidad de resultados diversos, a la discusión. Las máquinas aunque realicen acciones, no pueden realizar acciones humanas. Para que sea una acción humana, en el sentido estricto del término ha de ser libre, factible de ser valorada, y debe poder ser contrapuesta a una acción del mismo tipo pero en sentido contrario, a la que no se le reconozca el carácter de “buena” práctica.

La práctica debe poder ser valorada desde perspectivas diversificadas, pues una práctica que sólo puede ser valorada en un solo sentido no puede ser buena o mala, sino adecuada o inadecuada para el fin para el que fue diseñada. (Nota: a veces usamos el término adecuado como sinónimo de bueno, pero se trata de dos asuntos distintos).

La práctica tiene una racionalidad que permite su reproducción, no procede del azar.

Para precisar lo de “buena práctica”, es necesario tener en cuenta lo siguiente:

Lo bueno, no existe de manera natural sino siempre en relación con algo, es decir, la buena práctica se define por los fines a los que apunta. Si bien metafísicamente se puede hablar de que los atributos del ser son: la unidad, la verdad, la belleza y la bondad; esto no puede aplicarse a las acciones dado que no son seres, sino expresiones accidentales de los seres humanos que pueden actuar de una u otra manera. De este modo, las plantas y los animales no pueden realizar buenas prácticas, porque solo tienen un tipo de respuestas.


Lo bueno se define en función de las utopías de un grupo que ha socializado sus expectativas. En el caso de las buenas prácticas para nosotros en tanto universidad ignaciana y en concreto de la DIC, yo las remitiría a lo siguiente: las buenas prácticas deben reflejar el sentido social-cristiano de las OFI, una posición crítico-propositivo, un aporte a la formación de la totalidad de la persona (eso que gustamos de nombrar como formación integral), debe responder a las necesidades concretas del contexto, ha de estar en la tónica de la mejora de la calidad y no del aseguramiento de la calidad, ha de abrir la mirada a la pluralidad y al sentido del cuidado (del entorno y de las personas): ha de despertar la emoción por buscar cauces para vivir mejor como sociedad más allá del nivel de queja al que muchas veces se reduce la crítica universitaria.

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