La vida cotidiana es el referente de la educación. Nada hay en la educación que no proceda de ahí. La cuestión es que pocas veces, se convierte en un elemento al cual se vuelva.
La educación que surge de la vida cotidiana, debe volver a ella para hacerle preguntas, para proponerle salidas, para ayudarle a las personas a replantearse sus ideas, las soluciones que da a los problemas, y en última instancia, para pensar el modo de vivir.
Hace 30 años inicié el trabajo educativo. El ambiente era el de la educación popular. Tres años después, incursioné al ambiente de la educación escolarizada. Los planteamientos que ahí se realizaban y los materiales a los que se recurría no tienen nada que ver con los recursos con que contamos hoy.
Lo común era usar gis, pizarrón, papelógrafos, marcadores y si se tenía acceso a la tecnología, un proyector de acetatos o de filminas era la maravilla. Treinta años después los pizarrones se han convertido en pintarrones, los gises en marcadores para pizarrón, los borradores en jergas con líquido especial, los acetatos en pizarrones electrónicos, o al menos en proyectores con pantallas mecánicas, y los cuadernos en tabletas electrónicas.
Los alumnos toman nota de las tareas mediante una fotografía del celular, y si bien nos va toman apuntes en el bloc de notas de la tablet o del dispositivo electrónico que tengan a la mano.
Los cuestionamientos y preguntas se sustentan en la búsqueda electrónica del momento, en algún sitio de internet. La lectura de libros y la visita a la biblioteca ha pasado a un segundo o tercer lugar.
La forma de planear las clases hoy pasa del avance programático tradicional al diseño de plataformas educativas, blogs para intercambiar ideas, redes sociales para comunicar lo descubierto, correo electrónico para intercambiar tareas, o para enviarlas al profesor.
Los profesores del siglo XXI hemos tenido que aprender a remar contracorriente con el copy-paste, a convertirnos en aliados de las redes sociales y a incorporar a internet y los videos como un actor más en el proceso educativo. La crisis en el aula llega cuando se cae la red y no hay internet. Las justificaciones cuando no se cumple con algo han incorporado el lenguaje cibernético al discurso de los alumnos: "se cayó la red", "se me regresó el correo", "yo mandé la tarea pero tal vez se fue al spam", "¿por qué no sube las tareas al facebook?, "nos avisa por whatsapp?", "no alcanzo a llegar a clases, pero le mando un video para que vea que el tráfico está imposible"....
Con todo, el trabajo educativo sigue siendo apasionante. Hace treinta años no podía imaginar que viviría mi ejercicio profesional bajo distintas modalidades: profesor de clases presenciales, semipresenciales y 100% virtuales. Cada una de las modalidades representa un enorme reto. No sólo con gis y buenos deseos se educa, como se señalaba en un libro hace unos años. Hoy la vida cotidiana nos ofrece otros recursos que un profesor requiere incorporar al aula, con el riesgo que de no hacerlo, se convierta en un analfabeta funcional.
Los recursos de la educación en tiempos de internet no solucionan todo, pero son un elemento para repensar la pasión por educar
Comentarios
Publicar un comentario