Fuente: Pedagogiadojua |
Cuando
Paulo Freire acuñó en 1970, el término educación
bancaria en oposición a la educación liberadora, partió de uno de los
componentes del proceso educativo: la enseñanza; sin tocar explícitamente el componente
del aprendizaje. Por supuesto que el
aprendizaje no está ausente del pensamiento de Freire, pero dado que se
encuentra de manera implícita, conviene desenmascarar los mecanismos más
sutiles, mediante los cuales opera la educación bancaria, para hacer creer que
se está aprendiendo.
El
concepto educación bancaria, es usado
por Freire en su obra Pedagogía del
oprimido, para señalar un tipo de acción pedagógica, que consiste en
depositar en el educando los contenidos que debe archivar en su memoria, y al
mismo tiempo operar con ellos. La radicalización de este proceso, implica que
el educando no piense fuera de los parámetros de estos planteamientos que se
presentan como verdad. Freire señala esta característica indicando que el
educando asume dócilmente los planteamientos que el educador plantea.
En
este proceso, la producción del educando consiste en la repetición, en la
discusión de ideas ya pensadas, y dentro de la ortodoxia propia del pensamiento
planteado. La originalidad no es característica de este proceso educativo por
varias razones: lo que se enseña ya es algo sabido, que no se cuestiona, o se
cuestiona poco, y en tal caso, siempre hay explicaciones. Se trata de un
proceso circular que se reproduce a sí mismo. Los trabajos nuevos y su
aplicación siguen la lógica del método deductivo, que explica con la premisa
mayor la conclusión de un silogismo.
La
cuestión más complicada, es que quien se encuentra dentro de esta lógica, se
mueve con la seguridad que ofrecen los saberes adquiridos: los usa
funcionalmente para dar salida a los problemas, las preguntas y las
discusiones. A la luz de estas teorías interpreta la realidad.
Lo
perverso de este proceso, es que quien se mueve con confianza dentro del modelo
de la educación bancaria, tiene la percepción de que aprende. Y probablemente
no se puede negar, aprende a repetir, a comentar, a retomar los datos del autor
estudiado, a citarlo adecuadamente, incluso a ser metódicamente riguroso. Un
buen ejemplo de esta educación bancaria en el ámbito de la filosofía lo tenemos
en la edad media, en los procesos formativos que terminaban siempre con
comentarios a las sentencias de Pedro Lombardo. Sin embargo, esto no se va del
todo. Incluso se puede enmascarar la educación bancaria bajo las modalidades
pedagógicas más progresistas.
El pensamiento bancario del educando
Cuando
el educando ha asumido la educación bancaria, tiene los elementos básicos para
operar reproduciendo el esquema.
En
este proceso educativo acrítico, el educando reconoce que ha aprendido lo que
antes no sabía. Este es un punto a favor de la educación bancaria pero también
de cualquier tipo de educación. Para ello, la metodología puede permitir la
discusión de ideas, la comprensión de autores, la organización de la
información de manera creativa usando incluso los recursos más modernos. Puede
incluso, favorecer que sea el educando quien se encargue de la exposición, y
participar en los procesos evaluativos. Pero lo perverso de este proceso es que
no es capaz de favorecer la reflexividad.
Por
supuesto que señalar que en la educación bancaria, el educador impone el saber
y llena de conocimientos indiscutibles al educando, es una figura
caricaturizada del proceso; y Freire lo sabía.
En
el fondo, quien se ha formado en la educación bancaria -incluso con las
técnicas más modernas de tipo pedagógico, y con las dinámicas de estudio más
participativas-, reproduce el pensamiento adquirido porque es incapaz de pensar
más allá de lo dado, o requiere siempre de la referencia al texto –escrito o
icónico- que se convierte en su seguridad. En ocasiones el texto no existe o es
sustituido acríticamente por la referencia de autoridad que puede dar la
posición que guarda la persona consultada en el campo del saber o en el campo
político.
Por
otra parte, el pensamiento bancario, procede sin buscar relaciones, de manera
purista deseando circunscribir todo a lo estudiado a sí mismo. Se genera así un
círculo donde lo pensado reproduce lo que se ha dicho, y viceversa. Los
elementos extraños se dejan de lado, se evaden, se silencian o no se discuten.
Cuando llega a ocurrir que se discuten los elementos en conflicto, se evita la
ruptura epistemológica buscando incorporar los elementos en discusión con
matices y suavizando sus consecuencias. Esto impide que se reconozca que la
educación siempre tiene una vertiente política, lo que implica un compromiso.
En
este contexto, el educando bancario transformar la realidad, desde la lógica de
la misma educación bancaria alineando los elementos en conflicto, para
estructurar la realidad de acuerdo al modelo. Los saberes adquiridos
bancariamente le ayudan a interpelar e incluso a iluminar su quehacer
cotidiano. Sin embargo, la ignorancia de la realidad misma, se convierte en la
piedra de choque que le puede abrir paso al reconocimiento de la contradicción.
Los rasgos antidialógicos de la educación bancaria
Se
ha titulado este trabajo Los rasgos más
oscuros de la educación bancaria, y por supuesto no se trata de
caricaturizar el asunto. La educación bancaria tiene la intención de dar
seguridad y formar en un modelo de sabiduría, de dominio de autores, teorías y
modelos, bajo el supuesto de adquirir la condición de experto, que cada vez se
ve más lejana.
Pero
Freire percibió sus limitaciones y lo señaló cuando planteó que la educación
bancaria es antidialógica. El lado más oscuro, de la educación bancaria es el
enmascaramiento de este carácter antidialógico, con distintos mecanismos, entre
los que se encuentra la simulación, el uso de técnicas centradas en el trabajo
grupal, la aparente discusión, la escasa producción o la producción alineada a
un discurso que no admite fisuras.
El
segundo rasgo antidialógico de la educación bancaria, es su tendencia purista
sin referencia a la realidad, sino al texto mismo; de ahí se sigue que ignora
el carácter político de la educación.
Un
tercer rasgo antidialógico es el uso instrumental de las nuevas técnicas de
trabajo colaborativo y grupal, para propiciar conversaciones que no llegan a
ser diálogo, dado que no se profundiza en los cuestionamientos, y la pregunta
incómoda para la teoría, aparece como un elemento disruptor al que hay que
eliminar ignorando la enorme potencialidad del cuestionamiento, para suscitar
el diálogo.
Un
rasgo más está dado por el carácter de objeto que se otorga al educando, cuando
al reproducir el planteamiento acríticamente llega a creer que está siendo
sujeto. A esto puede contribuir el uso de técnicas modernas como el seminario,
la conversación, el uso de organizadores gráficos, la lectura comentada, y
otras técnicas que si bien se han pensado como dinamizadoras del pensamiento,
al ser usadas bajo el enfoque bancario, terminan cediendo su potencial
dialógico a la mera reproducción del objeto, autor o teoría estudiada.
Un
último rasgo se refiere a las características de la producción académica. Quien
se ha formado en la educación bancaria cuando produce algún texto o material, lo pone al
servicio del mismo esquema; evita salirse de la ortodoxia y se adhiere a las
perspectivas de autoridad.
En
este escenario, la novedad se vuelve repetición de lo mismo, con lenguajes que
buscan el comentario sin tomar posición; las conclusiones se evitan, y las
relaciones con la vida cotidiana se vuelven apenas balbuceos porque lo que
importa es la teoría por la teoría. Se accede entonces a un círculo donde sólo
la capacidad de sospechar, expresada en preguntas que al educador y
educando bancarios pueden resultar
inútiles, es capaz de romper con lo establecido.
Cuando
las preguntas sobre lo dado como saber sensato, muestran lo insensato de ese
saber, se está apenas en posibilidad de pasar a la segunda etapa del aprendizaje,
que es la confrontación con otras perspectivas, con otros autores, con las
propias ideas para construir andamiajes provisionales que permitan sustentar
una visión del mundo más crítica.
Por
supuesto, que es un proceso doloroso, que sólo es entendido desde la
aproximación a la educación como diálogo y conflicto.
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