La universidad es el espacio público para pensar la problemática social. No el único, pero sí el que de manera analítica y teórica busca las causas de los conflictos. En su historia, la universidad ha realizado distintos aportes a la comprensión de la dinámica social. Entre estos aportes destaca la comprensión racional de las dificultades, y no sólo su vivencia emotiva.
Todo proceso analítico pasa por un abordaje hermenéutico que permite situar las explicaciones en su justo lugar, para evitar el dogmatismo o los juicios equívocos. El servicio al saber que la academia universitaria puede prestar a la comprensión de la realidad, ha adquirido en algunos casos el carácter militante y reivindicador. Ambas cuestiones: análisis y reivindicación, se viven apasionadamente en la universidad, y pueden ser foco de conflicto –no sólo epistemológico- y de discusión.
Hay problemas, que por su cercanía generan mayor apasionamiento que otros que se encuentran lejanos. En el caso del Iteso, un sector de la comunidad ha encontrado en la violencia de género, un punto de unión. Otros se han pronunciado en contra de la inseguridad, de las desapariciones o de la movilidad. En algunos casos, las expresiones han tomado la forma de marchas, asambleas, conversaciones, e incluso la figura de la consulta para escribir un protocolo de género. Las expresiones de estos colectivos, distan mucho de la forma como se movían los estudiantes en el periodo que va de 1970 a 1985. Un ejemplo de ellos –pero no el único-, es la experiencia de la llamada Brigada Universitaria 23 de julio (1), que refleja una forma distinta de resolver la tensión generada por el binomio análisis-reivindicación. El compromiso de los colectivos de estudiantes que surgen bajo la influencia de los problemas de los 70’s se convirtió en militancia e inserción. Los nuevos colectivos que surgen en el siglo XXI se caracterizan por asumir banderas distintas y una escasa permanencia del compromiso. Esta diferencia, impide a los nuevos grupos pasar de la denuncia emotiva y real, a la reivindicación y la búsqueda de acuerdos.
En el ejercicio de la docencia universitaria, los académicos pueden encontrar vías para abrir la mirada hacia la construcción de acuerdos. Esto implica situarse más allá de la denuncia, sin dejar de reconocer que ésta, es el primer paso para hacerse cargo de la realidad.
El abordaje de la problemática social, no se puede realizar intencionando abordajes transversales solamente, o dedicando una o dos jornadas a analizar el problema, menos aun con una asignatura en el curriculum. Se requiere algo más que eso, sin dejar de reconocer el valor de estas acciones. Los equipos académicos y los colectivos de estudiantes, que aportan a la comprensión de la dinámica social, podrían explorar nuevas vías para construir consensos, para pasar de la legítima denuncia a la reivindicación. En esta dirección podría iniciar un gran movimiento reflexivo fuera de las clases –sin que esto impida que en ellas los temas se aborden si es necesario-, que ponga en la mesa de la discusión la forma como se miran e interpretan los problemas. Este es el mayor aporte que los académicos puedemos realizar. De ahí se podría caminar a la construcción de consensos; los cuales se logran superando la dinámica del todo o nada, en la que parecen estacionadas muchas denuncias.
La sola exigencia de reivindicación, y de la implementación de acciones por parte de las autoridades universitarias, no garantiza éxito; pues éste requiere del cambio de mentalidad y de posición ante los problemas de todos los implicados. No es una tarea que solo corresponda a quienes denuncian. Si esto no ocurre, las acciones de denuncia podrían tomar la figura de “mucho ruido y pocas nueces”.
(1) Solano-Aguilar,
G.; Potenciano, G. (1989). “La experiencia de Nicaragua. ‘Brigada Universitaria
23 de julio’” En Renglones, revista del ITESO, núm.15. Tlaquepaque, Jalisco:
ITESO
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