Calígula |
La lectura de Calígula, de Albert Camus me hace pensar en la dualidad drama-tragedia en la que
se desarrolla el poder político. Se trata de una obra de teatro donde la
historicidad se refiere únicamente al personaje central y su antagonista
–Calígula y Quereas-. En esta obra el tema central aparentemente es la locura
de Calígula, sus excesos, asesinatos y megalomanía. En realidad, Camus quiere
poner en evidencia, lo que llama “pasión por lo imposible”. Camus pone como telón de fondo la narración de La vida de los Césares, pero
el desarrollo de la argumentación es propio.
El
eje de la obra se ubica entre dos evidencias: “Los hombres mueren y no son
felices” porque a pesar del poder “no se puede alcanzar lo imposible”. Sobre
ellos se desarrollan los asesinatos, conflictos, simulaciones y traiciones. El
análisis de las expresiones de los personajes pone de manifiesto que se trata
de un drama –la construcción de la propia vida con sus complicaciones- y una
tragedia –donde Calígula se ve conducido por sus pasiones sin control, para
terminar en un destino que se le impone como fatalidad ante la que
aparentemente nada puede hacer-. Sin embargo, entre estos extremos –drama y
tragedia- Calígula ejerce cierto grado de libertad. Independientemente de su historia que permite sostener un problema de salud mental en Calígula, Camus ha
buscado dotar de libertad y conciencia plena de sus actos a Calígula, y por
ello resulta más complicado el asunto: no se trata sólo de construir la propia
vida, sino de la conciencia que tiene Calígula de que con cada decisión su vida
va adquiriendo matices a partir del derrotero que sigue. En el fondo, se trata
de un planteamiento ético donde Camus retoma el problema del existencialismo ¿vale
la pena vivir? ¿tiene algún sentido la existencia? Calígula se convierte en un
icono de la respuesta que termina en la fatalidad biológica, a la que es
conducido por sus decisiones morales que se pueden calificar también como inmorales.
Como telón de fondo, la referencia al
poder –un tema importante para el existencialismo-, no se refiere sólo al poder
de lo político, sino a aquel tiene que ver con la moral. El sujeto moral ¿tiene
poder para construir su proyecto de vida? ¿es posible alcanzar cierto nivel de
felicidad aun teniendo la muerte enfrente de sí mismo como destino? Por otro
lado, ante la evidencia de que no se puede alcanzar lo imposible, Camus ofrece
la oportunidad de preguntarnos por los alcances y límites del poder ¿cuál es la
esencia del poder? ¿qué sentido tiene el ejercicio del poder? ¿puede usarse el
poder público para alcanzar fines personales? ¿qué legitimidad tienen las
acciones públicas que tienen como origen el interés personal y no el de la
colectividad?
Como bien se puede intuir, la figura
de Calígula se convierte en arquetipo del personaje político. Por supuesto es
posible que otros nos veamos reflejados en él, pero el asunto del poder absoluto,
no deja lugar a dudas: ¿el acceso al poder permite suponer su ejercicio de
manera absoluta? Siguiendo la lógica existencialista, que considerará mala fe
asumir una postura que no sea personal, las preguntas se quedan abiertas para
que cada uno le dé respuesta, incluidos los políticos.
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